lunes, 4 de mayo de 2009

Paulo Freire. Reflexión crítica sobre las virtudes del educador. 1.


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Intervención de Paulo Freire en el Centro Cultural General San Martín de la Ciudad de Buenos Aires, el 21 de junio de 1985, con ocasión de presentarse el libro de Ediciones Búsqueda – CEAAL “Saber Popular y Educación en América Latina” y realizarse el acto preparatorio de la III Asamblea Mundial de Educación de Adultos.


Queridas amigas y queridos amigos de Buenos Aires,

Me gustaría realmente esta noche no decir más que palabras de saludo y de afecto, pero probablemente a algunos de Uds. les gustaría que yo dijera algo sobre la especificidad de la lucha política-educativa y de la teoría y la práctica educativa. Voy a intentar hacer las dos cosas, integrando obviamente la afectividad de ciertos recuerdos que me son muy queridos.

Buenos Aires


Yo quisiera volver a recuerdos de mi infancia, a etapas que llamaría de alienación de la niñez.

Nací en el Nordeste de Brasil, una de las más dramáticas regiones del mundo. En Recife hace tanto calor que cuando hay 16º los recifenses se ponen pullover. ¡Imagínense ustedes!

Lo más impresionante de este niño recifense, que hoy tiene 63 años y que se sigue sintiendo joven, es que tenía un enamoramiento natural por algunas ciudades cuyos nombres sólo conocía a través de las clases de geografía: Ámsterdam, Londres y Buenos Aires.

De partida, las quería por el propio nombre, Buenos Aires… si lo tradujéramos al portugués perdería completamente su carácter. Bons Aeres no tiene nada que ver con Buenos Aires.
Yo acaricié por mucho tiempo el sueño de conocer la tierra de Buenos Aires, no precisamente para besarla… sino para sentirla, para amarla.


Cuando vivía en Chile, no podía visitar Argentina porque se me había prohibido absolutamente ingresar al país, hasta que cambió el gobierno y pude venir.


Un día recibí una primera invitación para materializar el viejo sueño. Yo luchaba conmigo mismo porque me impacientaba por saber si podría ver, con el corazón abierto, Buenos Aires y así confirmar las aspiraciones de niño y poder entregarme a esta ciudad. La invitación fue hecha por una persona de quien hago cuestión de honor mencionarlo, aquí, en público. Él era ministro de Educación en aquella época, el Dr. Taiana (aplausos). Uds. no pueden imaginar el alboroto que se produjo dentro de mí mismo con esta invitación. Parecía como si fuera un adolescente preparándose para el primer encuentro de amor.

Tangos


Recuerdo que puse algunas condiciones para aceptar la invitación, con mucho miedo de que no las fueran a aceptar porque significaría castigarme a mí mismo. Pero decidí correr el riesgo. La primera de ellas era que, aunque tuviera mucho trabajo, yo tendría una noche de tangos. Así, pasé una noche maravillosa en “El Viejo Almacén”.


Los tangos también me acompañan desde mi niñez.


Yo quiero que me perdonen mis amigos latinoamericanos, pero para mí, la manera más bonita de hablar castellano es la argentina.


La segunda condición era evitar dar conferencias públicas y la tercera, trabajar intensamente con grupos populares.


El Ministro cumplió todas las exigencias y me recuerdo que una de las reuniones fue con los rectores de las Universidades donde quedé con la impresión de que yo era abuelo de ellos. Eran jóvenes en su gran mayoría, lo cual era una cosa un poco extraña. Era como que empezaban a hacer una revolución en la superestructura.


Me acuerdo que me reuní con una gran cantidad de jóvenes de la época, algunos de los cuales quizás hayan desaparecido en esas noches tremendas de la violencia que ha sufrido América Latina. Ahora recuerdo con “saudade” (que es una palabra más fuerte que nostalgia) y con admiración el trabajo hermoso que pude hacer aquí con muchos de Uds.

¿Qué es preguntar?


Recuerdo una visita a un área popular de Buenos Aires, en la que un hombre me hizo una pregunta fundamental. Cuando llegué al grupo que me esperaba le dije que, en ve de una charla, les proponía una conversación, en la que me preguntasen y yo respondiera. Hubo un silencio y uno de ellos, que no sé si vivo está, miró y me dijo: “Muy bien que Ud. no quiera hacer un discurso. Yo tengo una primera pregunta.” Yo le dije, muy bien. Él me dijo: “Profesor, ¿qué es preguntar?”


Creo que es necesario desarrollar una pedagogía de la pregunta, porque lo que siempre estamos escuchando es una pedagogía de la contestación, de la respuesta. De manera general, los profesores contestan a preguntas que los alumnos no han hecho.


En aquellos días conocí a mucha gente y tuve conversaciones con el Dr. Taiana y otros intelectuales a los que conocí personalmente, aunque ya los conocía por sus trabajos. Recuerdo a uno de ellos, el profesor Puiggros (aplausos), en cuya casa estuve y con quien devoré tres horas conversando, una impresión que no olvido por su seriedad intelectual y la profundidad de su análisis. Hago un homenaje esta noche al Prof. Puiggrós, que ya murió.

Los libros quemados


Esta noche confirmo mi amistad y solidaridad con Buenos Aires y Argentina, que es la misma que tuve cuando supe que mis libros habían sido sacados de librerías y bibliotecas de este país para ser quemados. Incluso recibí recortes de periódicos en que comunicaban la noticia de la prohibición oficial de mis libros en Argentina. Cuando una hija nuestra nos mandó este artículo a Ginebra, yo le dije a Elsa, mi mujer: “esto termina de convencerme que soy realmente peligroso.”

Virtudes críticas de la educadora o del educador


Ahora, después de estas palabras afectuosas, quisiera decir algunas cosas que tienen que ver con la “salvación” de la democracia, por más incompleta que sea, tanto aquí como en mi país.


Me gustaría hablar de un tema que como educador me preocupa mucho al nivel práctico y teórico. Es el tema que acostumbro llamar de “reflexión crítica sobre las virtudes de la educadora o del educador”; vistas no como algo con lo cual uno nace, es decir, no como u regalo que uno recibe, sino como una forma de ser, de encarar, de comportarse, de comprender; forma que se crea a través de la práctica científica y política, en búsqueda de la transformación de la sociedad injusta. No es una cualidad abstracta, que existe antes que nosotros, sino que se crea con nosotros (y no individualmente).


Estas no son virtudes de cualquier educador, sino de aquellos que están comprometidos políticamente con la transformación de la sociedad injusta, para crear social e históricamente una sociedad menos injusta.


A mí no me interesa estudiar las virtudes de los educadores reaccionarios. ¡Eso, que lo hagan ellos!

Coherencia


La primera virtud o cualidad que me gustaría subrayar, que no es fácil de ser creada, es la virtud de la coherencia entre el discurso que se habla y que anuncia la opción, y la práctica que debería estar confirmando el discurso.

Esta virtud enfatiza la necesidad de disminuir la distancia entre el discurso y la práctica. Cuando me refiero a esta virtud al nivel más grande de la lucha política en Brasil, yo digo que hay que disminuir la distancia entre el discurso del candidato y la práctica del que resulta elegido, de tal manera que en algún momento la práctica sea el discurso y el discurso sea práctica.


Obviamente que en este intento de coherencia, es necesario señalar, en primer lugar, que no es posible alcanzar la coherencia absoluta y que, en segundo lugar, ello sería un fastidio. ¡Imagínense Uds. que uno viviera de tal manera una coherencia, que no tuviera la posibilidad de comprender lo que es coherente, porque sólo se es coherente! Entonces no se sabe lo que se es (risas). Yo necesito ser incoherente para transformarme en coherente.


Hay, sin embargo, un mínimo tolerado para la incoherencia. Yo no puedo, a mi juicio, proclamar mi opción por una sociedad socialista, participativa, en la cual al final las clases trabajadoras asumen la historia en sus manos, y al mismo tiempo rechazar a un alumno que tiene una visión crítica de mí, preguntándole “¿Ud. sabe quién soy yo?”


Para mí no es posible hacer un discurso sobre la liberación y revelar mi comportamiento con una profunda desconfianza en las masas populares. No es posible hablar de participación democrática y, cuando las masas llegan a la plaza y pretenden hablar, decir: “llegó el pueblo y va a echar a perder la democracia”.


Por esta razón, la virtud de la coherencia es una virtud liberadora. Ella va desdoblándose y contestando a las demandas que la práctica va planteando.

1 comentario:

  1. hola Manuel, recibe un saludo desde la cd. de México, oye, está interesante que compartas estos textos!!!
    Yo soy pedagoga, estudié en la UNAM y hemos abierto una comunidad de pedagogos del mundo le llamamos, a la manera de aquélla antigua (pero no vieja) consigna...
    visítala cuando puedas y estaría bien que te unieras...

    www.pedagogosdelmundo.ning.com

    Saludos, Karina

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